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Un viaje a Ushuaia en moto: Capítulo V

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¿Y ahora?

Yamaha Fazer YS250 en Tierra del Fuego
Yamaha Fazer YS250 en Tierra del Fuego, rumbo a Río Grande

Esa noche me costó mucho conciliar el sueño. La adrenalina de los sucesos recientes no me dejaba dormir. ¡Lo habíamos logrado! Días y días de ruta, viento, ripio… Todo ese cargamento de dudas, miedos e incertidumbre con el que había salido de casa, poco a poco, kilómetro a kilómetro, se fue desvaneciendo dejando paso a una experiencia plena. A un día a día totalmente distinto de todo aquello que jamás había experimentado. Ese día a día se limitaba a revisar el mapa para saber más o menos qué recorrido haríamos, revisar la moto, lubricar la cadena, cargar combustible, cargar la moto y partir… Lo demás se veía sobre la marcha. Así cada día hasta llegar a ese punto en el mapa que parecía tan lejano al principio y tan tangible en este momento. ¿Y ahora qué? ¿Tan solo emprender el regreso a casa? Cómo si hubieras tensado una goma invisible desde casa y no quedara otra que regresar… así sin más. Habiendo pasado todas las pruebas del camino exitosamente… ¿Qué incentivo es “regresar”?

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En ese momento no lo sabía, pero el viaje me deparaba aún varias sorpresas. Aún no habíamos definido con Rogelio el camino de regreso. Toda nuestra atención había estado puesta en el destino. El quería volver por El Calafate y yo albergaba en mi interior la idea de conocer Torres del Paine. ¿Cómo haremos? ¿Nos separamos? ¿Dónde? Y si nos separamos… ¿Me animaré a regresar solo hasta Córdoba? Pero bueno, en ese instante no importaba… Estaba en Ushuaia y sin dudas la presencia de este excelente compañero de viaje había sido fundamental para este logro. Mucho debía agradecerle a su iniciativa y experiencia. Me sentía muy afortunado: pude llegar al primer intento. Rogelio debió esperar al tercero recién. Los vientos estuvieron a nuestro favor. Me puse contento por él también.

Y vino a mi mente el recuerdo de aquel almuerzo en agosto del año anterior con mis padres, cuando les anuncié que iba a viajar a Ushuaia en moto. Me miraron y muy sonrientes afirmaron casi al unísono: “¿A Ushuaia en moto? ¿Vos? Hmm no te vemos pasta de aventurero…”.

Evidentemente los padres no siempre conocen todo de sus hijos.

Y me dormí plácidamente.

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