Hola. Mi nombre es Bernardo Eugenio Casasnovas, nací en 1964, vivo en la ciudad de Córdoba, República Argentina y mi profesión es ser asesor informático independiente.
¿Por qué cuento esto? No es que mi persona tenga alguna importancia en particular, pero creo que es bueno que quien me lea sepa el lugar desde donde uno escribe.
Me gustan las motos desde la secundaria. A fines de los 70 en Argentina no teníamos mucho para elegir: industria nacional tenías la Gilera «macho» o la Zanella «sapucai»… e importadas no había muchas. Diría que había muy pocas. Mi primer motovehículo fué un ciclomotor Zanella 50 Due GL, que compré en cuotas cuando empecé a trabajar en 1987 a los 22 años. Era lo más básico que había pero cumplía con creces su cometido de llevarme a todas partes, muy económica y confiable.
Obviamente que no solo la usaba para trabajar: casi todos los fines de semana salía a dar una vuelta por los alrededores de Córdoba: Villa Allende, Saldán y La Calera eran lugares muy frecuentados.
Muchos decían que «cómo me animaba a salir tan lejos con esa motito» y no sé… para mí era normal eso. ¿Qué problema podría llegar a tener? Me llamaba la atención cuanto menospreciamos las capacidades de nuestros vehículos a veces…
Con la zanellita llegamos una vez hasta VIlla General Belgrano, a 110 kms aproximadamente de Córdoba. Lo que para ese entonces era toda una proeza!
Ya por entonces me acostumbraba a ir un poquito mas allá de lo que la gente suele ir con su vehículo.
Estuvo en casa muchos años hasta que la vendí. No tenía cuentakilómetros pero por los 3 cambios de transmisión que le hice supongo que muchos mas de 30.000 fueron los kilómetros recorridos con esa fiable motito.
Pasaron luego muchos años en que utilicé el auto como medio de transporte hasta que en el año 2000 me lo robaron y nuevamente volví a ser peatón.
Por el 2006 trabajé en un lugar al que para llegar debía tomar 2 colectivos de ida y otros tantos de vuelta. Para el 2008 ya estaba harto del tiempo perdido en colectivos. Fué entonces que mientras caminaba por la vereda camino a casa vi en una concesionaria de motos un scooter Yamaha Axis 90 usado.
Qué bonito que era! Práctico y con una agilidad increíble en la ciudad. En cuanto empecé a usarlo pasó algo en mí… empecé a sentir nuevamente ese disfrute de andar en moto, la adrenalina, la libertad, el viento en la cara (aunque usaba casco)… ¡Me preguntaba cómo podía haber pasado tanto tiempo sin disfrutar esa sensación!
Si bien el Axis era una excelente máquina para andar en la ciudad, no me parecía adecuado para salir a la ruta. Por eso empecé a ver cuál sería el siguiente escalón: una moto seguro… pero ¿Cuál?
Y como casi siempre pasa que te cruzás con lo que estás necesitando: había una concesionaria Yamaha que hace poco se había instalado cerca de casa y allí la ví exhibida…
Era una hermosa Yamaha YBR 125 azul. Esa fué mi primer moto en serio comprada 0km. Era abril de 2009 y con ella ya podía salir a las sierras a pasear. Excelente máquina: fiel, robusta, simple…
Con ella hice mis primeros viajes por las sierras. Recuerdo mis primeros paseos por Copina, Bosque Alegre y el camino de las Altas Cumbres.
A comienzos de 2010 hice mi primer viaje en moto en el que pernoctaría fuera de casa: fué a un motoencuentro del grupo de las Yamaha YBR que se hizo cerca de Rosario. Mas o menos unos 400 kilómetros de Córdoba. Primer viaje por autopista llevando carpa y bolso.
Precisamente en ese encuentro conocí lo que fue mi «amor a primera vista motero»: se trataba de la Yamaha YBR 250… ¡Qué belleza! ¡Qué moto! Reuní peso por peso hasta que en 2010 pude comprarla. ¡Guau! ¡Cómo disfruté esa moto! Debo aclarar que para esa fecha en Argentina en esa categoría solo teníamos 3 opciones: Honda Twister 250, Bajaj F220 -que recién aparecía- y la Yamaha YBR 250.
Era un sueño cumplido realmente.
Al año siguiente me salió sorteado el auto que estaba pagando por plan y vendí esta belleza para cancelar parte del plan.
Creo que apenas había pasado los 10.000 kms cuando la vendí.
Cuando se me pasó el entusiasmo estúpido de tener mi primer auto cero kilómetro empecé a notar que algo me estaba faltando… Era feliz (aparentemente) en mi hermoso auto nuevo pero… ¡extrañaba mucho mi moto! Seguramente es algo que mucha gente no puede entender… pero la verdad es que cada día que pasaba me arrepentía mas de haber vendido mi 250.
Bueno, finalmente la vida me dió otra oportunidad y fué que a fines de 2012, y no con poco esfuerzo, pude adquirir a la que ya hasta el día de hoy es mi compañera de ruta: una Yamaha Fazer YS250 que tuve la suerte de elegir de color violeta que tan feo parecía en el catálogo de la web de Yamaha, pero tan lindo es personalmente. Si el modelo anterior me parecía excelente y difícil de superar este lo logró… quedé absolutamente embobado al verla: el color, el nuevo diseño del faro delantero, el freno a disco atrás y el tablero (parcialmente) digital… Una maravilla realmente.
Aquí está tal cual la traje de la concesionaria: con su top case Givi, luces de xenón y alarma.
Sé que no soy muy objetivo que digamos… pero con mas de 10 años sigue siendo un diseño hermoso. Dicen que fué diseñada en Brasil… supongo que sí porque en ningún país creo que le pondrían a una moto un tanque de ¡19 litros!
Sea quienes hayan sido… se pasaron con el diseño!
Ella será, al menos por un buen tiempo, la estrella de este blog. Intentaré, en la medida de lo que mis escasos conocimientos literarios me lo permitan, compartir todo lo que he aprendido y vivido con esta bella máquina en estos años.
Para finalizar solo quisiera comentar que mi perfil motero no es el del «viajero aventurero», sino más bien el de una persona que tiene su profesión (en mi caso informática) y trabaja de lunes a viernes casi como cualquier hijo de vecino. Tengo mi grupo de amigos con los que compartimos algunas salidas de fin de semana. Muchas veces también me gusta rodar en solitario lo que me permite tomarme el tiempo para detenerme donde me plazca a tomar fotos y armar el recorrido tal como surja en el momento.
Mi «gran viaje» fué el que realicé hasta Ushuaia en enero de 2016 y que, pandemia mediante, dejé plasmado en un libro que aprovecho para promocionar en este blog.
Lo único que podría decir al respecto es que, además de cambiar mi vida y mi visión de los viajes, cualquier persona que tenga una moto en condiciones, algo de dinero y más que nada TIEMPO disponible puede hacer un viaje como ese (8.000 km). Tal vez no se pueda hacer siempre o periódicamente… pero lo que puedo sugerir es que si surge esa posibilidad, por favor, no la desaproveches. Si la vida te regala la posibilidad de viajar por 15 días o más en moto por favor ¡tómala! ¡No la dejes pasar! Te aseguro que no te vas a arrepentir nunca.
¡Un gran abrazo motero y gracias por leerme!
¡Buenas rutas!
Eugenio